Esas interrogantes la llevaron a cambiar la pieza textil que estaba trabajando, por un accesorio más vinculado con el espíritu de su etiqueta como una manera de poner cimientos a su desarrollo de marca.
Respecto a los desafíos que enfrentó en el proyecto insiste que se centraron a las materialidades y no estar en el taller. "Estar en casa tiene otra resonancia, mi taller es parte de mi rutina. Por lo mismo significó preguntarse 'qué es lo que tengo acá', sin la posibilidad de ir a comprar materiales que podrían servir como terminaciones. Resolver con los materiales que tengo en la casa y pensar que si estoy bordando con un hilo, me va alcanzar o no. De hecho, me sobró un metro de hilo, lo que me puso muy feliz, a pesar de que tenía un plan B", relata.
En cuanto a los aprendizajes del proceso, Melina cree que el principal, fue cuestionarse qué es lo que quiere hacer a futuro, cuál será su proyección después de la cuarentena. "Creo que he ido logrando un estilo, una forma de trabajo que podría sostenerme económicamente y eso me está haciendo muy feliz; me está ayudando mucho a resolver la personalidad de la marca, que es más oficiosa y geométrica, que mis otros trabajos textiles. Este proyecto me sirvió para cuajar la idea de que la marca si funciona sosteniblemente", concluye.
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